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sábado, 8 de agosto de 2009

SUICIDIO ASISTIDO - NOTA DRA. MATOZZO




CONMOCIÓN POR EL SUICIDIO ASISTIDO DE UNA PAREJA
Un célebre director de orquesta viajó con su mujer a Suiza para morir y sobre cómo hacer de la “decisión suicida” un buen negocio
Por la Dra. Liliana Angela Matozzo (*)
Nuevamente, la “decisión suicida” adquiere protagonismo periodístico mundial, agravada en este caso porque al mejor estilo de “Romeo y Julieta 2009”, fue un matrimonio quien autorizó poner fin a sus vidas.
Uno de los más respetados directores de orquesta del Reino Unido, sir Edward Thomas Downes, de 85 años y su esposa, Joan, de 74, viajaron a Suiza para “recibir ayuda para suicidarse” en el centro de eutanasia Dignitas, de Zurich. Sus muertes ocuparon la primera plana de los periódicos del día 14 de julio de 2009 y, cómo era de esperar, reabrieron el irracional debate de la legitimación legal del “suicidio asistido y la autorización para matar”, tema que nunca deja entrever el espurio negocio que se hace con la muerte.
Sus dos hijos, Caractacus y Boudicca, acompañaron a sus padres en los momentos que éstos gestionaban su “suicidio asistido”.
La mujer tenía cáncer terminal diagnosticado hace unos meses y su marido estaba casi ciego y en el último tiempo había sufrido una grave pérdida de la audición.
Sus hijos dijeron: "que decidieron terminar con sus vidas, antes que seguir lidiando con graves problemas de salud".-
Caractacus Downes contó que sus padres tomaron la decisión final de viajar a la clínica de suicidio asistido Dignitas el 10 de julio de 2009, cuando comprendieron que cada vez iba a ser más dificultoso para Joan realizar el viaje hasta ese centro suizo.
También dijo que "Querían morir juntos", lo que deja en claro, a mi parecer, “que ninguno quería acompañar al otro en sus discapacidades o sufrimientos”.-
Además, comentó que la opción del suicidio asistido concordaba con la filosofía de vida de sus padres, que estuvieron casados durante 54 años, y que la familia no tuvo problemas en apoyarlos.
El director, que tenía el título de caballero del Imperio Británico, inició su carrera profesional en la Orquesta Filarmónica de la BBC (donde estuvo 40 años), fue miembro de la Royal Opera y condujo la primera interpretación de la Casa de la Opera de Sydney.
Su esposa, Joan, fue bailarina, coreógrafa, productora de televisión y durante los últimos años de su vida se había convertido en la asistente personal de su marido.
Según dichos de su hijo, Downes "sentía que su cuerpo lo estaba abandonando. Su cerebro estaba extremadamente activo y se sentía frustrado por no poder hacer todo lo que creía que podía y su cuerpo no lo dejaba".
Esto nos deja bien en claro que el director, no pudo manejar “una frustración personal” y que tampoco estaba decidido a “acompañar a su esposa en el tránsito de su enfermedad terminal”, por lo que supuestamente “planearon morir juntos”.
Su hijo Caractacus agregó “que sus padres murieron juntos, en calma, después de haber bebido un pequeño vaso de un líquido claro; luego se acostaron en la cama y unos pocos minutos después ya estaban dormidos".
También expreso que "ambos vivieron sus vidas al máximo y se consideraban extremadamente afortunados de haber vivido vidas tan gratificantes, en lo personal y en lo profesional. Nuestros padres no tenían creencias religiosas y no habrá funeral".-
El manager de Downes, Jonathan Groves, dijo sentirse conmovido por la noticia, pero opinó que la pareja había tomado una decisión "valiente".
Aquí me pregunto ¿dónde está la valentía?
Y ¿por qué razón subvertimos el concepto de valentía?
Valiente es quien se queda a luchar y a enfrentar lo que viene, no el que decide suicidarse porque “no puede vivir su vida al máximo”, “ni quiere acompañar la enfermedad de su pareja”.
No quiero juzgar a quien tomó una “decisión suicida”, pero me parece muy peligroso e inconveniente emitir un mensaje tergiversado, porque hay muchísimos enfermos y discapacitados que siguen adelante a diario luchando por rehabilitarse y mantener el ánimo, y estas personas merecen el máximo respeto, simplemente por no permitir que el sufrimiento tome el control de sus vidas.
No puede generarse un ícono de valentía de una “decisión suicida”, mucho menos, de “un pacto suicida”, y para peor, realizado frente a sus hijos. Evidentemente “vivir” no les alcanzaba a esta pareja, sino que su sentido de la vida era “vivir al máximo”, pero habría que indagar “qué es vivir al máximo y si estamos comprendiendo realmente “qué es vivir”.
Se reabre una vez más el debate pro-cultura de la muerte-como corolario de un principio hedonista y egoísta de la vida, que nada tiene que ver con VIVIR.
¿Qué mensaje puedo dejarle a mis hijos si todo debe tener fin cuando “ya no se vive al máximo”?
Entonces, ¿cómo pretendo que tengan alguna actitud solidaria con su prójimo?
Si la vida pasa por una “gestión personal, egoísta, individualista, hedonista y para sí”, ¿qué esperanza tenemos para poner fin a la violencia cotidiana, al delito, a las guerras, al hambre,a las enfermedades, a las injusticias…?
¿Qué premio espera a quienes se esfuerzan por el bienestar del prójimo?
Erigir en ícono una “decisión suicida” es una negación encubierta de los derechos y expectativas de todos aquellos que padecen una condición y esperan sobrellevarla lo mejor posible.
Benedicto XVI ya ha elevado su voz en defensa del valor de la vida humana de quienes sufren.
“La enfermedad y la muerte no es una negación de lo que es humano, sino parte de nuestro viaje, que nos llevará, siguiendo a Cristo, a la vida eterna”, explicaba el pontífice el 10 de noviembre del 2006, en un mensaje a los obispos de Italia.
El Papa añadía: “Del mismo modo, ante la pretensión, que aflora a menudo, de eliminar el sufrimiento recurriendo incluso a la eutanasia, es preciso reafirmar la dignidad inviolable de la vida humana, desde su concepción hasta su término natural”.
Los suicidios de sir Edward Downes y su esposa son los más recientes de una serie de casos prominentes que motivarán sin duda cambios legales en Gran Bretaña, donde son ilegales el suicidio asistido y la eutanasia.
Los únicos países que permiten este tipo de prácticas son Suiza, Holanda, Bélgica y el estado de Oregon, en Estados Unidos.
En Gran Bretaña, la pena por colaborar en un suicidio es de 14 años de prisión.
Evidentemente, el escollo legal no impide que las personas viajen a “paraísos eutanásicos” para poner fin a sus vidas.
A principios de 2009, Peter y Penelope Duff, ambos enfermos terminales, fueron la primera pareja británica que recibieron servicios de “suicidio asistido” en Suiza.
A pesar de que más de un centenar de británicos viajaron a la clínica Dignitas para “suicidios asistidos”, la Cámara de los Lores rechazó hace una semana un proyecto de ley destinado a proteger a los británicos que ayuden a un allegado en fase terminal a suicidarse en el extranjero en un centro especializado.
El primer ministro británico, Gordon Brown, también está en contra de cambiar esa ley.
La policía metropolitana de Londres dijo “que, al tomar conocimiento de los decesos, se abrió una investigación sobre las circunstancias de las muertes y que todavía no hay detalles".-
La clínica suiza Dignitas, fundada en 1998 por Luis Minelli, y cuyo primer suicidio asistido tuvo lugar en octubre de ese año, actúa bajo el lema “Vive con dignidad, muere con dignidad”, es considerada como una entidad que promueve lo que llaman el "necroturismo" o "turismo de la muerte".
El primer caso que atendió fue el de un físico suizo de 71 años y aunque muchos casos derivaron en investigaciones policiales, ya ayudaron a morir a más de 800 personas, sin lograr ser enjuiciados jamás. Sólo en 2008 se realizó una investigación municipal por “polución ambiental” ya que es costumbre de la Clínica Dignitas arrojar al lago de Zurich las cenizas de los difuntos cremados, hecho por el que recibieron un apercibimiento.
Al año siguiente, comenzaron a aceptar extranjeros, y fue así como ayudaron a morir a una mujer alemana. Actualmente, el 85% de los casos que atienden llegan desde el Reino Unido-
La atención del caso de Edward y el de un rugbier de 23 años puso sobre la mesa el hecho de que Dignitas no asistía solamente a enfermos terminales, ya que estos no lo eran. El rugbier tenía el cuerpo paralizado, pero sin pronóstico de muerte. Por ende, ayudan a morir a cualquiera que lo pida y pague por ello.Dignitas tuvo que mudarse varias veces, porque los vecinos estaban cansados de ver salir ataúdes.
Evidentemente, la imprecisión legal suiza permitió el desarrollo de este negocio, ya que el Código pena a quien asista un suicidio "por motivos egoístas". ¿Qué es un motivo egoísta? ¿Cobrar por ayudar a morir es altruísta? ¿Hacer un negocio del suicidio es un motivo altruísta?
El honorario por ayudar a morir a quien lo solicita ronda los 6.000 dólares, incluyendo la cremación y a menudo reciben importantes donaciones de aquellos a quienes asisten para poner fin a sus vidas. También dan asistencia gratuita para morir a sus asociados, quienes abonan un honorario anual.El detalle es que, instalado el requirente en la clínica, se le acerca un vaso con el líquido fatal, y éste debe tomarlo por sí solo, para no configurar un homicidio. La Clínica filma la escena de modo de despejar dudas en cuanto a la consumación de la muerte. ¿¿??
Afortunadamente en nuestro país, estas clínicas serían totalmente ilegales, ya que el artículo 79 del código penal vigente, no distingue si el homicidio es cometido con o sin consentimieno de la víctima y lo pena con 8 a 25 años de prisión, por lo que la eutanasia terapéutica, activa y directa, constituye un delito.
Si la muerte resultare de una acción desplegada por un profesional de la salud y/o de homicidio calificado, o agravado por el vínculo (art. 80, inc. 1º, CP.), si el autor fuese un ascendiente, descendiente o cónyuge de la víctima (enfermo terminal o con graves padecimientos), también constituiría delito, y agravado. Adicionalmente, el art. 83 del código penal pena la instigación al suicidio y al que ayuda a otro a cometerlo.
Por lo tanto, el negocio del “turismo suicida” está muy lejos de instalarse en nuestro país, por ahora.
(*) La Dra. Liliana Angela Matozzo es Abogada – Doctora en Ciencias Jurídicas Especializada en Bioética

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