Vistas de página en total

jueves, 28 de agosto de 2008

CLIENTE PARROQUIANO

“cliente “ = “ parroquiano “
Jorge Guillermo Sumay
El abogado es un amigo.- Pero, como en toda relación humana siempre hay incomprensiones.
¿ Cómo relacionarse con un abogado?
Basta recordar que el abogado ha pasado muchos años estudiando como atender a sus “ parroquianos “ ; y estos, sin ninguna preparación previa, creen estar en igualdad de condiciones al solicitar una consulta.
La actividad diaria del abogado es pesada. Los “ clientes “ pueden aliviara, y ello será en su propio beneficio por que liberado de una serie de molestias causadas por sus “ parroquianos “- casi siempre inconsciente o involuntariamente - el abogado tendrá mas tiempo útil para brindarle.
El abogado ha elegido una profesión cuya finalidad es la de ayudar a sus semejantes. Comprometido por el juramento ético, le corresponde cuidar el interés jurídico de sus “ clientes “ y no dejar a nadie sin atención.-
Se establece un compromiso mutuo, basado en la confianza recíproca.
Una vez que un “ parroquiano “ ha tomado la decisión de elegir un abogado, el profesional espera, que no le oculte nada, que le exprese sus puntos débiles y su lado fuerte.
Gerente, obrero, ama de casa, “ vedette” o político se ven iguales en un Estudio Jurídico.- Ante los ojos del abogado desaparecen las diferencias.
El consultorio, escritorio y / o despacho del abogado se compone, básicamente, de la sala de espera y - valga la redundancia - del escritorio propiamente dicho.
El “ cliente “ no debe confundir la sala de espera con el escritorio. No es precisamente en este lugar donde debe exponer sus problemas e inquietudes jurídicas.- en la sala de espera el silencio es oro.- el “ parroquiano “ debe leer las revistas que se han puesto a su disposición; algunas son verdaderas piezas históricas. Deberá respételas como tales, y tendrá que recordar que son propiedad del abogado.
El “ cliente “ deberá esperar ser llamado y una vez dentro del escritorio, entonces si, que exponga su caso que lo atiende un oyente atento.
El escritorio del abogado no es la sala de espera. El “ parroquiano “ no debe malgastar el tiempo del abogado, deberá tratar de ir “ directamente al grano “ explicándole cual es el problema que lo trae.
Algunos “ clientes “ no se atreven a encarar el verdadero problema hasta el momento de despedirse. Y hasta hay quienes se van sin mencionarlo; son los que quedan convencidos que “ el doctor no me entendió “.
El Abogado necesita que el “ parroquiano “ le describa detalladamente su problema, no que le anticipe cual es el camino o solución que el debe adoptar.
También al abogado le gusta charlar sobre política o de problemas particulares, o aun de inflación y otros temas de orden general.- Pero cuando el “ cliente “ advierta que el abogado está apurado, no se lo debe tomar a mal y no insistir.-
El tiempo del abogado y el de todos sus “ clientes “ son valiosos.
Si el " parroquiano “ observa que el letrado consulta sus carpetas o sus libros no debe conversar. Absorto en lo que el abogado esta haciendo, el no escuchara al “ cliente “
Si por su propia cuenta el “ parroquiano “ resuelve hacerse cargo de su problema legal, corre el riesgo - entre otros - de hacer que el abogado incurra en un falso dictamen.
También hay otro sistema muy divulgado por los “ clientes “ de los abogados, a la primera inquietud de encontrarse involucrado en un problema jurídico, acepta los consejos de la vecina y / del tío, quienes le recomiendan de buena fe, como encararlo y el es libre de probarlo, pero después le resultara mas difícil a su abogado interpretar con certeza cual es su necesidad.
El “ parroquiano “ no debe arriesgar su seguridad jurídica. Debe limitarse a lo que realmente sabe, y dejar la aplicación del derecho en manos del profesional.
Del “ cliente “ depende considerar al abogado como un amigo. El “ cliente “ no debe utilizar su sistema de pedagogía agresiva. Es un enfoque erróneo desde todo punto de vista ( especialmente psicológico ) . Con tal método la imagen del abogado quedara distorsionada para siempre.
La mejor manera de colaborar con un abogado es no tener problemas jurídicos, el abogado quiere que no los tenga.-
Es inútil que el “ parroquiano “ trate de negar la existencia de sus problemas legales. Imposible escaparle a la verdad. Excepto cuando escapar significa prevenir.
Los honorarios del abogado generalmente no explican el costo en detalle. Vendría a ser algo como una factura de 227,00 pesos que le pasa el mecánico por la puesta a punto de su automóvil y 200 por saber donde y como debe llevarse a cabo. Es justo.
Para ser abogado estudió ininterrumpidamente, trabajo en tareas relacionadas, en juzgados, en otros estudios jurídicos, recibiendo sueldos mediocres. Mas tarde logró abrir su propio estudio o escritorio, lo que le represento una importante inversión de capital. Debe mantenerse al día actualizando constantemente sus conocimientos y su equipo, asistir a cursos, seminarios y congresos; actualizar su bibliografía científica, renovar sus elementos de trabajo.
Si el “ cliente “ toma en cuenta todo esto, además de la experiencia y el tiempo que el abogado pone a su disposición, seguramente se justificaran ahora los honorarios.
Algo similar se repite con los costos de sellados y gastos de justicia.
Si el “ cliente “ piensa que preservar sus derechos resulta un servicio demasiado caro, deberá recordar la historia de ese guardavidas que al rescatar del agua a un nadador en dificultades y recibir en recompensa una triste y solitaria moneda, le dijo: “ ¡ Al menos reconoce lo que usted mismo vale! “
29 de agosto de 2008
Felicidades
Jorge Guillermo Sumay