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viernes, 15 de agosto de 2008

¡SALUD, DON JOSE!

GRACIAS, DON JOSE






Orden General del 18 de Julio de 1819



"Compañeros del Ejército de los Andes: La guerra se la tenemos que hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios.







"Seamos libres y lo demás no importa"









"Hace más ruido un sólo hombre gritando que cien mil que están callados."









Luego de su renunciamiento en el Perú y de regreso en Buenos Aires, San Martín decidió emprender un exilio voluntario.
(¿Habrà hecho alguna elecciòn entre la Civilizaciòn y la Barbarie que Sarmiento puso de moda muchos años despuès?

¿Porque nunca màs volviò a su Paìs, y lo hizo dentro de un cajòn y con los pies para adelante?

¿Porquè solamente 12 años de su larga vida de 72 habitò por estas tierras?

¿Porquè se autoexiliò?)




San Martìn viviò en Argentina desde 1812 hasta 1824.-




"La Gazeta de Buenos Aires" del 13 de Marzo de 1812 publicò la llegada de Don Josè a esta aldea.-

No tomo en cuenta el tiempo que pasò peleando en Chile y Perù.-

Doce años bastaron para dejar su sello.-

A bordo del navío "Le Bayonnais", sin más compañía que su hija Mercedes se embarcó con destino a Francia el 10 de febrero de 1824.

Nunca màs piso estas tierras.-

Muriò el 17 de Agosto de 1850 a las 3 de la tarde.-

El dìa habìa amanecido nublado en Boulogne-sur-Mer.

Don José desayunó frugalmente y, como siempre, le pidió a Mercedes que le leyera los diarios.

Tras el almuerzo sintió fuertes dolores de estómago.

Fue llevado a su cama donde murió.

Se encontraban a su lado, su yerno Mariano Balcarce, su hija Mercedes Tomasa, sus nietas Mercedes y Josefa Balcarce, su médico el Dr. Jordán y el representante diplomático de Chile en Francia, Javier Rosales.-




Hoy nadie se acuerda de sus detractores (tilingos, moralistas y pacatos) que desde el Poder Central de Buenos Aires le hicieron la vida imposible.



Que pena, ¿no te parece?


¡Salud, Don Josè!



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